The Clipperton Project
The Clipperton Project (TCP) nació en 2010 como una iniciativa del promotor cultural británico Jon Bonfliglio, quien radica en México desde 2010. La idea era simple, pocas personas en el mundo han viajado a la Isla de Clipperton, ubicada en el Océano Pacífico a unos 1.100 kms de las costas mexicanas. La isla cuenta con una historia peculiar al estar en el centro de disputas territoriales con Francia. En 1930 México perdió la soberanía de la isla a manos del país galo, no sin antes haber llevado a cabo desafortunados intentos por poblar la isla. Los incidentes ocurridos en Clipperton dieron origen a dos extraordinarias novelas: La isla de la Pasión de Laura Restrepo e Isla de Bobos de Ana García Bergua, así como una serie de documentales y películas.
Además, Clipperton, específicamente es lo que se conoce como un atolón, es decir una isla coralina en forma de anillo con una laguna interior que se comunica con el mar. En cuanto a la diversidad, se decía que estaba poblada por cangrejos venenosos, pájaros bobos y ratas que recuerdan que alguna vez hubo asentamientos humanos en la isla. Pero el mundo submarino presentaba mucho más, tanto que el célebre buzo francés Jacques Cousteau visitó este lugar, dejando como testimonio el libro Clipperton: la isla que el tiempo olvidó.
La última expedición científica a Clipperton la había realizado Francia en 2005, por lo que Jon Bonfiglio consideró que había demasiados motivos para viajar a esta deshabitada isla en el Pacífico. Fue así que un grupo de artistas, biólogos, fotógrafos y conservacionistas realizaron una expedición para crear un proyecto único que vinculara el arte como medio para crear conciencia social y ambiental en las nuevas generaciones. En 2012, estos aventureros lograron su objetivo a bordo de varios veleros y tras varios días y noches en altamar capturaron imágenes extraordinarias de lo que sucede en nuestros mares y en zonas tan alejadas como la Isla de Clipperton. Lo que encontraron no siempre fue tan alentador. Para ver el video promocional de esta aventura haz click aqui: http://youtu.be/MnJ8TeP4Vj8
La importancia e impacto de TCP en México y el Reino Unido ha sido tal que el proyecto continúa con más fuerza. En 2014 un grupo de 18 participantes (artistas y científicos) de diversos países zarpará rumbo a las Islas Georgias, en la antesala de la Antártica para continuar su labor de investigación en las áreas de cambio climático y biodiversidad. La expedición y laboratorio flotante tendrá una duración estimada de entre 6 y 8 semanas, partiendo de Montevideo, Uruguay con una parada en Port Stanley en las Islas Malvinas para luego seguir su ruta hacia las Islas Georgias del Sur. Una vez más, un extenso programa de actividades educativas, conferencias y exposiciones acompañarán cada etapa del proyecto.
Actualmente, una importante muestra interdisciplinaria con el nombre Clipperton Project: Capítulo Uno tiene lugar en el museo Diego Rivera Anahuacalli en la Ciudad de México hasta el 5 de mayo. Conoce las obras artísticas elaboradas exclusivamente para esta iniciativa aquí: http://www.clippertonproject.com/about-us/photo-archive/tcp-exhibition-at-the-museo-anahuacalli-mexico-2013/
En exclusiva para Ventana Latina, Eduardo Serra, médico de la expedición nos presenta esta nota en donde nos narra lo que significa ser parte de esta extraordinaria aventura en pro del medio ambiente.
Todos los detalles de TCP incluyendo información de los programas educativos y culturales que se realizan están disponibles en su página web www.theclippertonproject.com
No olvides que también los puedes seguir en Facebook y Twitter @Clippertontweet
The Clipperton Project: El porqué de viajar a un lugar inhóspito para entender lo que pasa en el mundo.
Por Eduardo Serra
Veamos, tengo 34 años, soy médico, y vivo en la ciudad más austral del mundo, Ushuaia. Y terminé embarcado en un proyecto internacional para navegar a las Islas Georgias, ¿Cómo pasó esto?
Para seguir una secuencia lógica, debería explicar que además realizo todo tipo de actividades en la naturaleza, que tengo la suerte de conocer a biólogos y científicos con los que puedo compartir mi pasión, y que en definitiva me pusieron en contacto con los organizadores del proyecto, y fui elegido para el puesto de médico de la expedición.
Pero en realidad, lo importante no es que me embarcaré a las Georgias, lo central, lo realmente trascendente, es el significado de este viaje.
Cómo poder explicarlo sin caer en frases hechas.
Una persona tiene la oportunidad de viajar a uno de los lugares más inhóspitos y agrestes del planeta, que conocimos por Shackleton, inundado de una mística y una historia increíble, no sólo para realizar su actividad profesional, sino que además tiene la posibilidad de participar en la realización de trabajos de investigación, y lo más destacado, formar parte de un grupo de personas que quieren trasmitir un mensaje. Transmitir conocimientos para generar cambios de conducta en la sociedad.
¿Y qué es lo queremos decir? Todos vivimos en el mismo lugar, todos debemos cuidar el lugar que habitamos, TODOS somos uno. Allen Ginsberg, un poeta beat y modernista estadounidense, decía en unos de sus poemas: “El peso del mundo/ es el amor/ bajo la carga/ de la soledad/ bajo la carga/ de insatisfacción. El peso/ el peso que llevamos/ es el amor”.
Un muy querido amigo, escritor él, me dijo un día, a propósito de estas líneas que debía redactar, “¿Qué espera un médico que le dispare la nada? ¿A qué preguntas necesitas buscarle respuestas? ¿Por qué buscas ese silencio como fuente de mil voces?”
¿Será que mi alma es de otra parte, y tengo la intención de terminar allí?
Quizás, tiene que ver con mi forma de ver las cosas. Todo lo que siempre quise fue servir a la sociedad, ayudar a la gente, mejorar las cosas. Una búsqueda frenética de la felicidad para mí y para los demás. Si “todos los hombres fueron creados iguales” es una norma, entonces no puede detenerse en las fronteras. Es cierto para todo el mundo en todas partes. ¿O no es cierto?
Quizás necesito vivir donde vivo, realizar este viaje, para poder entender el alma de la tierra, poder inundarme de su sensibilidad, comprender la visión del ave que recorre miles de kilómetros durante toda su vida, sin importar lo inhóspito del lugar, o el gobierno de turno. Quizás necesito saber que en algún lugar puedo encontrar la suma de todo lo que vive, y preguntarle por qué sigue ahí, a esa única voz que reúne la voz de todos, haciendo todo lo que hace por nosotros, a pesar de que nosotros se lo ponemos difícil.
Su vulnerabilidad me recuerda a nosotros, simples mortales egocéntricos que nos abrigamos en un consenso colectivo sobre qué conductas neuróticas son aceptables. A la vulnerabilidad de mis pacientes en ese ámbito desconocido para ellos, pero que me es tan propio, que es la terapia intensiva. Al sufrimiento de sus familiares.
Pero ella, Gea, la esencia de esta biósfera que llamamos Tierra, como la nombran en algunos cómics, hace las cosas por y para nosotros, sin importar raza, color, bandera o límite geográfico. Necesito ver las cosas, vivir la valentía de sentir el estar equivocado. Recorrer este mundo mostrando lo mal que estamos haciendo las cosas, para que una vez por todas abramos los ojos como sociedad única y empezar a cambiar las cosas. Podría decirse que vamos a buscar la cura para la tierra, entonces, cuando ella este bien, nosotros estaremos mejor.
Como médico de la expedición, esperemos que no tenga trabajo, dado que el lugar donde desarrollaré las actividades, no es precisamente un hospital ubicado en una gran ciudad, por lo que lo principal es realizar tareas de prevención para evitar lesiones y enfermedades, lo que comienza ahora, no al momento de abordar.
Por otro lado, está la idea de realizar trabajos médicos de investigación, relacionados con el comportamiento humano y en como la contaminación afecta nuestra salud (no estoy descubriendo nada en cuanto a la contaminación, pero no es habitual realizar este tipo de investigación en lugares aislados).
Además, claro está, realizaré todas las actividades que pueda estando en contacto con la naturaleza. ¿Escalar el Monte Paget? ¿Bucear? Y según se requiera seré marinero, ayudante de cocina, asistente, etc.
La ciencia y el arte han tenido poco contacto entre sí durante mucho tiempo. Los malos entendidos, los equívocos y la mutua ignorancia han sido algunos de los obstáculos para encontrar un espacio de intercambio fecundo. El conocimiento no es una entelequia abstracta destinada a satisfacer el hedonismo de un grupo de mentes privilegiadas. Es un bien social del que nos apropiamos para compartirlo. Lo que aprendemos no nos pertenece. Este es el fundamento de nuestro proyecto, de nuestra forma de ver y vivir las cosas.
Desde el fin del mundo, para todo el mundo, un mensaje de armonía en conjunción con la naturaleza, para un mejor bienestar. Tan simple como eso, en una sociedad que no quiere preocuparse por el otro. Las cosas pueden cambiar y mejorar siempre, es nuestra responsabilidad que eso pase, para que en un futuro, sino nosotros, nuestros hijos, puedan tener un lugar mejor para vivir, porque como decía Eduardo Galeano “¿Para qué sirve la utopía? Para eso sirve, para seguir caminando”…