La Maga y Ulises Lima están más allá del charco
Por Fray Draco*
La ignorancia de la Magaº la funde en una masa violeta que no es otra cosa que el color de la pura inocencia. Y sucede que en el fondo la inocencia y la ignorancia son dos primas hermanas que se revuelcan en la misma cama de tanto en tanto escandalizando a los puristas de ciertos trascendentalismos teándricos. Ahí tienen a los del Club de la Serpiente, rabiosos seguidores de un Dionisos con máscara de Apolo. Ellos temen a ambas primas y por eso también rechazan a la Maga resoplando como búfalos ante sus cándidas preguntas sobre la noción de absoluto, Mondrián, el vacío o Pascal. En esos ojos tan uruguayos de Lucía la Maga esas dos primas se desnudan en una virginal belleza que espanta como moira. Habría que ser un experto en el Bardo, como Wong, para repeler tanto monstruo nacido de las mentes frescas de las personas imberbes de la gnosis más secreta. Y son esas las cosas que realmente importan mon petit voyou, la vie, qu’est-ce qu’on s’en fout… canturrea la Maga piteando un cigarro que le ilumina el rostro como una luciérnaga nostálgica.
El bueno de Ulises Lima tiene unos libros que parecen repollos, sus hojas abiertas como cornamenta de alce les otorgan un aspecto salvaje y docto a la vez, como de monje eremita. Ulises Lima lee sus libros mientras escribe notas a los costados que se vuelven un puro río azul porque lo hace estando bajo la ducha y esa es la razón porque el agua les hace florecer como repollos que sudan tinta. -Pero sólo leo poesía cuando me baño…- suele aclarar perplejo ante las dudas de sus amigos curiosos alarmados por el estado lamentable de los libros que siempre carga. Wordsworth habrá imaginado la lluvia de Gales, picosa como cepillo, bañando en invierno la carcaza de la abadía de Tintern, y rasgó en esa ensoñación su sentido poema, pero seguro no habrá imaginado que un día también la oda dedicada a ella tomaría una ducha de séptica agua haciendo llorar sus letras como viuda maquillada en triste funeral.
“La rayuela se juega con una piedrita que hay que empujar con la punta del zapato. Ingredientes: una acera, una piedrita, un zapato, y un bello dibujo con tiza, preferentemente de colores. En lo alto está el Cielo, abajo está la Tierra, es muy difícil llegar con la piedrita al Cielo, casi siempre se calcula mal y la piedra sale del dibujo”. La Maga es una piedra, una piedra lisa sin pretensiones arrojada desde su natal Montevideo por un amable demiurgo del misterio. La Maga, piedrita humilde, fue a dar de bruces en la casilla “París” que está fuera de la casilla “cielo”, aunque a veces parezca confundirse con ella, y sus moradores aturullarse vistiendo con los ropajes de los dioses y demonios metafísicos que la habitan. La Maga es piedra que cae imprevista como meteoro, resolutiva como manzana, de Newton y de Eva, tutt’e e due. La Maga carece de dobleces, de pliegues, de curvas y de escondites, tablilla cuneiforme sin cuneiformas, animal preadámico, Beatriz desnuda de sibilinismos, ámbar sin pulir con bicho adentro. Se ríe y gime con potencia de relámpago sobre esa metáfora llamada París, resquebrajando con sus bramidos las convicciones de los sabiondos y suicidas que aguardan en sus buhardillas la redención o la muerte, o quizás tutt’e e due…
Un real visceral camina desplazándose lento como un caracol teotihuacano, es Ulises Lima, y nadie sabe lo que busca porque si es que busca nunca encuentra. Su devenir metafísico, metatérrico, epifánico e infraorgánico le hace tan juglarmente bufónico frente a los bastardos poetas que se contornean con las palabras como domadores de anacondas nostradámicas. No son más que cocodrilos sin patas que predicen las mentiras que no queremos oír jamás. El bueno de Lima cayó en París como flecha roma, mientras en Port Vendres se desplegó como una red de pesca de un sólo agujero, floreció luego en Israel henchido de un amor que acabó por marchitarle y finalmente, brioso como Atlante, cargó con Heimito Künst desde el Neguev hasta Viena en donde descargó dos puñaladas atiborradas de justicia, y es que la sarna le otorga una furia espasmódica que se despliega calma como una filosofía sistémica.
La Maga se ceba un mate, mueve la hierba como si al hacerlo girar pudiera liberar todos sus fantasmas enjaulados. Quiere ver Potemkin en cada cine de cada rue y escuchar un cuarteto Schoenberg en su tocadiscos a un volumen alto para reventar los tímpanos viejos del pleistocénico ser que habita el cuarto de arriba. Y no se lanza al Sena melancólica aunque la silueta de Rocamadour, fría piel moluscular, le convoque como sirena exigiéndole el pecho que antes le disputara a Oliveira. La Maga es prístina como un perro y los perros, más allá del mito, no se lanzan por barrancos ni desde pirámides aztecas a causa de un dolor de muelas, un dolor de amante, un dolor hediondo a muerte. Ya cayó el telón sobre ese drama.
Diez libros bajo el brazo, algunos arrugados y absolutamente todos grafiados con versos proscritos. Es el Cristo de la rue des Eaux que se acerca por cualquier calle indistinta. No camina con los brazos abiertos en cruz pues caerían sus libros desvencijados, pero carga con su inocencia llena de rostro que invita a quien se le cruce a fugarse del día y abrazar toda causa insensata. Hasta el mismo pilluelo Polito lloró con su rostro hundido en las sábanas hediondas a morgue del buen Ulises Lima, tal como el mismo lo hiciera luego en el sofá de Bolzmann dejando que sus lágrimas ahogaran de pena la sexualidad antes copiosa del rival de amores, quien nunca volvió a ser la misma persona luego de ver al Cristo real visceralista sollozar por el amor pisoteado de su propia mujer.
La Maga y Ulises Lima cruzaron un día de un salto el charco y anduvieron embarrándose un poco en la caída. Se sacudieron con dignidad la mugre de las rodillas, se lamieron las heridas, se encendieron un gauloise y se bebieron un vaso de vino económico con sabor a anhelo entretanto soñaban sueños considerados imposibles a un mundo que los proscribió enterrándolos como peligrosos brujos en caja de vidrio con ciento-dieci-ocho-mil candados inviolables. Hay todo un orden de cosas que uno no decide…
ªLa Maga es un personaje del libro Rayuela de Julio Cortázar mientras Ulises Lima lo es del libro Los detectives salvajes de Roberto Bolaño
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