El humor: la búsqueda de otro punto de vista
Por Osvaldo Peusner
Pocos hispanoparlantes de la actualidad dejarían de identificar a Cervantes con el humor. Pero muchos años atrás, más específicamente, desde el fallecimiento de don Miguel en adelante, por más de dos siglos, los grandes literatos de España prefirieron evitar tal tipo de categorización por temor a que el Siglo de Oro perdiera un gran escritor. Se necesitó la traducción del Quijote al inglés y al alemán, la lectura, el estudio y el aplauso de la obra por parte de los sajones y germanos para que el humor de Cervantes comenzara a ser aceptado por sus propios connacionales sin que fuera en desmedro de su nivel literario. Claro está que no fue un ejercicio fácil, pues había que convencer a lectores del nivel de Miguel de Unamuno y José Ortega y Gasset de que el humor le sumaba en lugar de restarle al hombre. Afortunadamente, el escritor inglés G.K.Chesterton le dedicó a la cuestión un ensayo en el que, además de puntualizar el caso, estableció por qué Cervantes fue un auténtico humorista literario. Eso sí, primeramente nos aclaró lo siguiente:” ’humor’… es un término que rechaza una definición y que, en algún sentido, se enorgullece de ser indefinible; normalmente se consideraría una deficiencia en humor el buscar una definición de humor”. Entonces, ¿de qué hablamos cuando hablamos de humor? ¿Acaso no aparecen bajo el mismo rubro Shakespeare, Ítalo Calvino, Borges, Kundera, el Arcipreste de Hita, los hermanos Marx, Woody Allen, Monty Phyton y los programas de televisión donde se lanzan tortas de crema a la cara o, simplemente, se burlan del prójimo despiadadamente? ¿Acaso nuestros amigos no tratan de explicar el género contando chistes? No desesperemos. Volvamos primeramente al relato de Chesterton sobre Cervantes. Después de combatir heroicamente para la armada cristiana en la batalla de Lepanto, don Miguel y varios de sus compañeros fueron secuestrados por los moros y llevados como esclavos a Argel, donde sus captores pidieron por él un rescate muy elevado y que tardó en llegar. Cuando finalmente quedó libre para retornar a su hogar en España, en lugar de escribir una épica acerca de su valor y de su propia condición de caballero andante, Cervantes escribió una novela que le muestra al mundo, entre otras cosas relevantes, cuán absurda es la caballería andante y cuánto más es, en algún aspecto, parecerse a él mismo. Justamente en este punto es en el que Cervantes le da letra a Pirandello para diferenciar entre el “ironista” y el “humorista”. El primero se coloca del lado del saber para mostrarle a los demás lo inapropiado del comportamiento de un tercero, mientras el segundo le deja el saber al mundo y se ofrece directamente en el lugar del tercero del ironista. Un ejemplo histórico sostiene, que cuando concurrió al teatro a ver la obra de Aristófanes “Las nubes”, donde el comediógrafo se mofa de Sócrates, el filósofo rió junto al público durante la representación. Sócrates fue entonces el humorista y Aristófanes el ironista. El primero es humano, el segundo es cruel. Sócrates logra mirar al escenario tomando otro punto de vista. Y justamente es en este punto donde se encuentra una de las máximas del humor, en cambiar el punto de vista del observador, como le pide el profesor John Keating a sus alumnos en la película “La sociedad de los poetas muertos”, a quienes invita a mirar el aula pidiéndoles que se paren sobre el escritorio. Un ejemplo excesivamente físico sobre el tema, podría decirse, no tan perfecto como el de Freud, cuando un reo llevado al cadalso para su ejecución dice: ¡linda manera de comenzar la semana! Es decir, el reo mira su propia tragedia dándole un tenue toque cómico. No olvida la tragedia; solamente quiere disminuirla momentáneamente. Volviendo nuevamente a la cuestión de nuestro ensayito, creo que debemos agradecerle a Cervantes por escribir desde otro punto de vista, a los lectores sajones y germanos por haberlo hecho en su momento, a los españoles por haberlo recuperado como humorista y a nuestros colegios y bibliotecas por seguir conservando algún ejemplar del Quijote para nuestra propia lectura.