¿Verdad o mentira? Visita a un curandero
Por Tania Farias
“En este pueblo hay muchos brujos” escuché decir repetidamente en mi infancia. Las historias de duendes, fantasmas y salaciones fueron muy comunes en mi niñez, incluso en cierta ocasión visité por curiosidad una persona que me leyó el café. No era extraño escuchar que el conocido de un conocido se había hecho una “limpia”. Y aunque no tengo la certeza total, en algún rincón de mi memoria creo haber guardado que mi papá visitó a un brujo o tenía la intención de hacerlo. ¿El motivo de su visita? Al parecer alguien con malas intenciones le había echado la sal.
Con gran escepticismo, pero al mismo tiempo con mucha curiosidad, quise vivir la experiencia de una limpia. Encontrar a un brujo fue más sencillo de lo que pensé. Sólo fue cuestión de preguntar a las personas adecuadas e incluso historias de limpias y de experiencias me fueron compartidas. Conversé con Lupe Sánchez, quien me contó que cuando joven visitó por casualidad a una curandera quien le afirmó había sido víctima de una salación causada por envidias. Después de pronosticarle el encuentro con el que ahora es su marido, le dijo que para deshacerse de esas malas vibras tenía que pasarse, durante 9 días a la media noche, empezando un viernes, un huevo de gallina negra al mismo tiempo que diría tres credos y se persignaría. Al finalizar la sesión debía guardar el huevo en un lugar oscuro. Pasados los 9 días tenía que ir a un lugar alejado y arrojar el huevo hacia atrás, sin mirar. Además le pidió que volviera porque le daría unas oraciones para protegerse de las envidias. Lupe aún recuerda la oración y me dice que la reza en repetidas ocasiones “Oh Jesús sacramentado enemigos veo venir, con la sangre de tu costado con ella me he descubrir”. Lupe me contó que aunque ella no creía realmente en eso, sí llevó a cabo las acciones que la curandera le indicó. Y que al cumplirse las cosas que le había dicho la señora, comenzó a creer en esas prácticas e incluso alguna vez llevó con esta señora a otras personas que necesitaban “ayuda”.
Gracias a un amigo cercano obtuve una cita con uno de los curanderos o brujo más reconocidos del pueblo. La casa del “brujo” se confundía con las aledañas. Yo había llegado con retraso y de una cierta manera me lo reclamó. Me dijo no estar listo para recibirme a causa de mi llegada tardía y me aclaró que aunque me atendería, tenía que esperar a que se preparará y se pudieran abrir los canales de comunicación y los espacios cósmicos y místicos.
Después de un rato me invitó a pasar. El cuarto estaba a media luz. Crucifijos y santos adornaban las paredes. Me señaló una silla para sentarme al mismo tiempo que él tomaba asiento detrás de un escritorio. No pude evitar notar un altar dedicado a la santa muerte, efigie que se ha convertido, con el aumento del narcotráfico y sus problemas en México, en una de las imágenes más veneradas del país en los últimos 10 años. Actualmente existen entre 5 y 10 millones de seguidores.
Después de una conversación en la cual expliqué el motivo de mi visita, el señor me propuso una lectura de cartas, no sin antes insistir en mi incredulidad. Decía no sentirme dispuesta para estar allí. También me preguntó sobre mi fe y me aclaró el hecho de que todo lo que hiciera lo tenía que realizar con fe – sin importar en lo que yo creyera – porque de otra manera de nada serviría su intervención. Una vez terminada la lectura me invitó a hacer una oración frente a una de las tantas imágenes religiosas existentes en la habitación. Me pidió que trabajase yo misma a través de programación neurolingüística, y me propuso una limpia que se realizaría en tres visitas. En mi caso no hablamos de salaciones, ni de malas intenciones, sino de ansiedades de las cuales tenía que liberarme para lograr mis objetivos.
Para terminar la sesión me dio un libro con pasajes extraídos de la biblia el cual me invitó a abrir en cualquier página– pidiéndole a Dios con mi corazón – y leerla. Él me ayudaría interpretar el significado me dijo. Sorprendentemente, la página que elegí al azahar se refería al tema que habíamos estado tratando durante toda la sesión. Después de 45 minutos y para concluir, acordamos las fechas para las limpias.
Al siguiente día regresé lista para mi primera limpia. Dimos inicio con una oración y me pidió limpiarme las manos y los brazos con un alcohol bendito. Después me puso frente a una imagen y con un crucifijo entre mis manos iniciamos con una nueva oración, pidiéndole a Dios que me ayudara a liberarme de toda ansiedad, al mismo tiempo que él me pasaba por brazos y piernas un huevo, el cual mojaba constantemente con el alcohol bendito. Después me paso unas ramas sin parar de orar. Una vez terminada esta acción, me explicó que para la siguiente etapa tenía que sacudirme el cuerpo entero, imaginando que con esto me deshacía de toda ansiedad y de todas las cosas negativas de las que yo misma me llenaba. De repente me rodeo con un círculo de alcohol y le prendió fuego. Al sentir el calor sentí miedo y me detuve asustada. Él me pidió calma y me incitó a continuar con lo que me había indicado. Al término de eso, tomó un vaso transparente y quebró el huevo con que me había hecho la limpia. Lo miró y me reafirmó lo que me había dicho con las cartas. Como en nuestro primer encuentro, terminamos con una oración.
La dualidad entre religión y paganismo en estas prácticas me fue sorprendente. Sin embargo, esta dualidad ha estado presente en México desde la llegada de los conquistadores al país. Los médicos occidentales trajeron consigo un conocimiento científico cargado de misticismo, el cual estaba alimentado con ideas del Medioevo, donde se mezclaban entre sí el alma y el cuerpo. De esta manera, no era extraño que una persona aquejada por alguna enfermedad desconocida fuera diagnosticada como hechizada o embrujada. Y no hay que olvidarnos que este misticismo se unió a las creencias indígenas, como la existencia de naguales –un ser humano que según los indígenas tiene el poder de convertirse en un animal – creencia fuertemente vinculada con el chamanismo antes de la colonia en Mesoamérica, creando así todo un universo diferente, donde lo pagano y lo religioso se funden en total harmonía.
¿Crees en eso? me preguntó mi amigo al contarle mi experiencia. Y me sorprendí respondiendo que una vez allí era difícil no creer. Tal vez fue la necesidad de escuchar eso que yo tanto necesitaba escuchar o quizá el hecho que una parte de mí siempre ha creído en ese mundo mágico, pero volví para terminar las sesiones acordadas con la esperanza de que lo que me dijo se hará realidad.