Ana Tijoux con su vendaval de ritmos y letras clausura exitosamente el festival musical La Línea
Por Carolina Navarrete Higuera
La tercera edición del festival la Línea no podía haber escogido mejor su noche final. La cantante chileno-francesa Ana Tijoux y su grupo ofrecieron a los asistentes de la sala RICHMIX un concierto ritmado por el hip-hop y melodías latinoamericanistas que junto a las intervenciones de la cantante no dejaron a nadie indiferente.
El nombre de Ana Tijoux aparece en la escena musical junto al grupo chileno de rap Makiza en 1997, con el cual grabó cuatro álbumes que dejarían una huella en la historia del hip-hop nacional a raíz de sus atrevidas letras. Su carrera como solista la inicia en el año 2007 con el disco Kaos, luego siguen 1977 (2009), Bala (2001) y Vengo (2014). También son conocidas sus colaboraciones con grupos y solistas como Control Machete, Julieta Venegas y Jorge Drexler, entre otros. Cada una de sus producciones se inscribe con el estilo hip-hop que la cantante no deja de transformar. Como es el caso de su último disco Vengo en el cual encontramos ritmos instrumentales propios del continente Latinoamericano.
Con una sala sold out días antes, Ana Tijoux abrió el espectáculo sumergiéndonos de inmediato en el ambiente hip-hop donde el ritmo sincopado fue acompañado por letras poéticamente comprometidas y las palabras críticas de la artista sobre diversas temáticas. Con una veintena de canciones, la mayoría de ellas provenientes de su última creación, Anita sorprendió a su público con arreglos musicales diferentes de aquellos hechos para los discos, demostrando su versatilidad vocal y musical que reflejó la alta calidad profesional de su grupo. El resultado fue un espectáculo que supo reunir virtuosamente rap, rock, dub y ritmos latinos. Así entre los títulos más destacados sonaron “Antipatriarca” que toca la problemática del machismo a través de una voz femenina empoderada contra el sistema, “Vengo” que es una llamado abierto a la descolonización del pensamiento y “Los peces gordos no pueden volar”, canción dedicada a su hijo, que relata las dificultades para entablar relaciones verdaderas en la era de la virtualidad. El punto culmine de la noche estuvo en manos de la canción “Somos sur”, interpretada con la cantante palestina Shadia Mansur, que se ha vuelto un himno de unidad de “todos los olvidados del mundo”.
Si la música y las letras conquistaron a un auditorio, quizás conquistado de antemano, las intervenciones de Ana Tijoux no hicieron que aumentar el idilio. El carisma de la artista y su puesta en escena establecieron una comunicación franca y directa con un publico ávido de voces disonantes. El edicto escogido por Ana fue uno de los títulos de sus canciones “sacar la voz”, de esta manera ella no dudó en abordar temáticas complejas como la inmigración, la colonización y las consecuencias del capitalismo imperante. Ella sacó su voz, en inglés y en español, para entregarnos una mirada reveladoramente crítica de la sociedad sin caer en discursos negativos ni (des)moralizantes.
De esta manera la sala no solamente cantó y bailó a gusto sino que se fue con algo más en qué pensar.