Manual para mujeres de la limpieza de Lucia Berlin
Por Concha García.
Lucia Berlin (Alaska 1936 – Los Ángeles 2004) fue una escritora prácticamente desconocida hasta que en 2015 se publicó, a título póstumo, Manual para mujeres de la limpieza, siendo considerado por las principales revistas literarias como uno de los mejores libros del año. Y al igual que ha ocurrido con otros escritores como: John Kennedy Toole (La conjura de los necios), Roberto Bolaño (Los detectives Salvajes) y Edgar Allan Poe, o el mismísimo Franz Kafka, pasó de la oscuridad más absoluta e incomprensión de muchos críticos (que en el caso de Lucia Berlin, siguen vivos y han reculado aunque demasiado tarde) a ser considerada una autora de culto.
Su azarosa existencia (padeció escoliosis desde los diez años. Sufrió una fuerte dependencia por el alcohol que logró superar. Tuvo tres matrimonios fallidos, siendo maltratada y abandonada por alguno de sus maridos. Numerosos cambios de residencia: Texas, Chile, México, Nueva York, Los Ángeles…. Una larga lista de trabajos que tuvo que realizar para sacar adelante a sus cuatro hijos; fue telefonista en una cárcel, profesora, señora de la limpieza, traductora de español… Fue alumna de ¡nada menos! Ramón J. Sender, en la Universidad de Nuevo México) abona un terreno con matices agridulces; tormentosos, cargados de ironía, amor y dolor, que llevados por su talento narrativo concluyen en historias vibrantes y descarnadas. Sin pretensión de embellecer la escritura, Berlin cubre de estetismo los detalles simples y cotidianos de la vida.
El ritmo de su prosa oscila entre la tranquilidad reposada, casi lírica, y el acelerado y suelto encadenamiento de acontecimientos. Los detalles son revelados a un ritmo aparentemente caótico, como si se hubiese perdido su hilo narrativo o simplemente no existiera, sin embargo, y ahí radica su maestría, va abriéndose paso a la luz y todo toma forma y sentido. Se aprecia en su estilo un toque mestizo con palabras intercaladas en español, contemplando ese humor y calidez de alguien que vivió y sintió América Latina por dentro, y que por ende modeló su carácter.
Siendo buena parte de su propia vida la reflejada en sus cuentos, aun relatando la dureza de ésta, hay una huída del fatalismo. Con un enfoque existencial inteligente, pone siempre un toque de humor negro e ironía en la tragedia. Suavizando los contornos y lubricando así, la sequedad de la tristeza. Humor, sensibilidad, sensaciones casi vivas en los sonidos, los olores, el tacto…
Una prosa explosiva y fluida, pero en un lenguaje sencillo, dura pero no autocompasiva. Llena de matices y colores. En definitiva, llena de vida.