La literatura como medio para reparar, crear conciencia y difundir injusticias socio políticas
Por Camila Ibarra (MA World History and Cultures, King’s College, University of London / [email protected] )
A lo largo de la historia se han podido observar diferentes movimientos sociales apoyados por artistas que han emergido en respuesta a contextos políticos de la sociedad. Es decir, existe una estrecha relación entre arte y política como respuesta a acontecimientos sociales, específicamente a través de la literatura.
Este ensayo analizará cómo grupos minoritarios a través de producciones culturales han generado nuevas identidades colectivas como forma de responder a injusticias y produciendo resistencia a niveles sociales y políticos. Para lograrlo este ensayo se apoyará en el reporte Cultural consumption and the performing arts among Latin Americans in London realizado por la Universidad Queen Mary y CASA Latin American theatre festival, en donde se estudia específicamente a la comunidad latina en el Reino Unido, demostrando que los latinoamericanos migrantes desarrollan una identidad nacional colectiva independiente del lugar en el que se encuentren.[1] Además del reporte, en este escrito se estudiará el caso de diferentes artistas que representan grupos minoritarios étnico y sociales. El primer grupo a analizar será el caso Mapuche en Chile representado por la obra de Violeta Parra Arauco tiene una Pena y el poemario Mapurbe de David Aniñir, para continuar con los migrantes latinoamericanos en el Reino Unido representados en el libro Maravilladoras navegantes del Támesis, creado por Marijó Alba-Sánchez, María Eugenia Bravo-Calderara, Sofía Buchuk-Gill, Mabel Encinas-Sánchez, Consuelo Rivera-Fuentes e Isabel Ros-López.
Como punto de partida, es necesario aclarar que la formación de grupos excluidos y periféricos, y de acuerdo al historiador Eric Hobsawm, no es espontánea, sino que deliberadamente son aislados por la elite política nacional del momento.[2] La académica Carole Nagengas clasifica a esta elite como el Estado quien es el mayor responsable de la creación de discursos raciales, quien agrega que es por este motivo, que los grupos minoritarios crean y generan respuestas reaccionarias creando resistencia incluso a veces violentas.[3] Y a raíz de este ciclo es que surge la palabra terrorista alejando aún más a la periferia a estos grupos vulnerables como los indígenas en Latinoamérica. Claestres expande el por qué de la creación de estereotipos y reconoce que existe un cierto grupo privilegiado que se niega a la heterogeneidad sintiéndose amenazados por la diferencia y que les lleva a tomar acciones muchas veces en contra de estos grupos minoritarios pudiendo terminar en un verdadero genocidio.[4] Sin embargo, Claestres reconoce no sólo a este grupo de la elite, sino que también al modelo capitalista implementado en Latinoamérica, lo que ha generado que minorías étnicas y sociales no sean consideradas muchas veces parte de la cultura, transformando los discursos de identidad nacional en ilusión y permitiendo que el racismo desmedido exista. [5]
Como consecuencia a estos actos, y tal como se menciona en el Reporte de CASA, es que artistas se oponen a esta realidad y usan sus obras como medios en donde “pueden expresar sus experiencias, esperanzas y temores” y cambiar esta narrativa.[6] Un ejemplo fue Violeta Parra, quien era mitad mapuche y mitad chilena, y generó nuevas identidades colectivas e intentó representar de una manera honesta y transparente la cultura y el sufrimiento Mapuche, ya que ella quería ser la voz de los silenciados y cantarle a Chile sobre los indígenas del sur de Chile. [7] Es con este objetivo en mente que Violeta vincula el arte con un contexto social-político en donde espera encontrar alguna respuesta en el público y crear conciencia de lo que ocurre en el país.
Específicamente, con su canción Arauco tiene una pena, Violeta crea una denuncia de derechos humanos e invita a cada Mapuche guerrero a que se levante por la causa indígena. Ella representa en esta canción a la minoría oprimida y una lucha por la tierra en el nombre de Caupolicán, Lautaro y Galvarino: [8]
“Adónde se fue Lautaro
perdido en el cielo azul
y el alma de Galvarino
se la llevó el viento sur
por eso pasan llorando
los cueros de su cultrún
levántate, pues, Callfull.”[9]
Si bien Violeta es una de las cantantes importantes que representa la causa indígena, el poeta David Aniñir, también Mapuche con su poemario Mapurbe escrito en el 2005, intenta representar a su comunidad subyugada por un grupo privilegiado. Sin embargo, él no solo se levanta en contra de la discriminación racial, sino que también en sus escritos pone en manifiesto la problemática de clases que existe en Latinoamérica, específicamente en Chile.
Para la historiadora Joanna Crow la obra de Aniñir va más allá de reflejar como un sistema Capitalista como es el caso chileno ha creado una impenetrable brecha social. Ella establece que “Aniñir está explícitamente resaltando los límites de la modernización y el neoliberalismo en el país donde el espacio entre los ricos y los pobres se va expandiendo rápidamente”.[10] La obra de Aniñir además de reflejar la injusticia social del país también exalta la vía cotidiana de los mapuches viviendo en las periferias de la capital y su propia explotación intentando sobrevivir en la ciudad. Esta situación se puede extrapolar a Latinoamérica en donde la brecha económica es más grande que en África, en donde al igual que en Chile las minorías étnicas son parte del porcentaje de vulnerabilidad social.
“Somos mapuche de hormigón
Debajo del asfalto duerme nuestra madre
Explotada por un cabrón.
Nacimos en la mierdopolis por culpa del buitre cantor
Nacimos en panaderías para que nos coma la maldición
Somos hijos de lavanderas, panaderos, feriantes y ambulantes
Somos de los que quedamos en pocas partes”[11]
Representando a los excluidos por sus orígenes étnicos y sociales, en la obra de Aniñir el Mapuche tiene que pelear en contra de los modernos edificios, el modelo, la tecnología y el smog de la capital, extrañando el sur, sin embargo, existe una especie de héroe que es Lautaro. Lautaro representa la identidad Mapuche, una nueva no es la misma que la del siglo XIX cuando el conflicto por las tierras Araucanas comenzó, sino que una nueva lucha del siglo XXI, hija de la globalización.
El segundo caso en donde un grupo minoritario genera identidades colectivas a través de obras artísticas es el libro Maravilladoras. Este libro está conformado por mujeres que por razones políticas y personales tuvieron que dejar sus tierras y armar patria en el Reino Unido y juntas intentan reparar su pasado que les fue abruptamente trastocado, a través de la literatura. Consuelo Rivera-Fuentes, editora del libro expresa que a raíz de esta obra es que ellas quieren promover un mundo mejor[12]. El reporte de CASA señala las obras producidas que mencionan injusticia e invitan a la resistencia, y que aportan a un debate político y hasta pueden lograr transformar y reparar contextos sociales. [13]
De esta manera lo logra el cuento El Clavel Negro de María Eugenia Bravo-Calderara del libro Maravilladoras en donde a través de injusticia política el lector es invitado a empatizar con la huida de una mujer y su hija durante la dictadura chilena:[14]
“… de pronto, como si de una corriente eléctrica se tratara, el interior de la nave se llenó de tensión. El miedo lleno el aire. Estupefactos vimos como toda la tripulación se agrupaba en la única puerta del avión que estaba abierta. Al frente de esa humanidad sueca, estaba el embajador Eldelstam, un hombre alto, maduro de edad, pero vigoroso y con aspecto nórdico. Con los brazos estirados y con sus manos aferradas firmemente a ambos costados de la puerta, con las piernas separadas y con su cuerpo, que era sostenido por detrás por los demás tripulantes, contenía el paso a los agentes de la dictadura argentina…”
Con estas palabras del inicio al exilio de María Eugenia se demuestra como el arte trata de reflejar una situación muchas veces silenciada, sin embargo, con letras como éstas es posible ir reparando y contribuyendo a cambiar realidades, ya que si no es para rehabilitar personas y contextos a través de la toma de conciencia la literatura no tendría sentido.[15] La escritora Odette Magnet en el prólogo de Maravilladoras comenta que el libro además de hablar de mujeres migrantes formando una nueva identidad en un país lejano, sus escritoras recurren a la memoria para poder volver a situaciones no siempre superadas que con valentía intentan recordar, ya que “la memoria no es fácil ni gratis”. [16]
En conclusión, en la obra de Violeta Parra Arauco tiene una Pena y de David Aniñir Mapurbe, el tema Mapuche es abordado para resaltar el conflicto racial y de clases en Chile, y el tema del exilio contado en un cuento es la forma en Maravilladoras de tratar temas de ruptura y memoria. Por lo tanto, es con estos ejemplos literarios que estos artistas representan identidades colectivas de grupos minoritarios y a la vez son también una plataforma para denunciar, expresar injusticias sociales y políticas, como también generadoras de resistencia al crear conciencia de estas problemáticas.