Violeta Parra, una chilena en París
En 1964, Violeta Parra, figura emblemática de la cultura popular chilena, se convirtió en la primera artista latinoamericana que expuso individualmente en el Museo de Artes Decorativas, que se encuentra en el Pabellón de Marsan del Museo del Louvre parisino.
La capital francesa (donde unos años antes había grabado su primer álbum de canciones, Cantos de Chile) se enamoró de sus tapices, pinturas y esculturas, sus colores y su frescura.
“Instintiva y voluntaria, Violeta Parra se apropia del mundo y de él nace su obra; da a todo lo que toca una vida precisa, original, las palabras y los sonidos, las formas y los colores. Es artista total, cantautora, pintora, escultora, alfarera, y poeta, como su hermano Nicanor Parra y su amigo Pablo Neruda”. Con estas palabras, la entonces curadora del Museo de Artes Decorativas de París, Yvonne Brunhammer, describió a Violeta Parra en el catálogo de la exposición de la artista chilena en 1964.
Antes de llegar a Francia, Violeta había mostrado su obra plástica en algunos países de Sudamérica y Europa: entre 1959 y 1961, expuso en Chile, Brasil y Argentina, y en 1962 presentó sus trabajos en la Casa de la Cultura de Helsinki, en Finlandia, así como en la Galería de Arte de Berlín, en la República Democrática Alemana. En 1963 la acogió la Universidad de Ginebra en Suiza.
La exhibición en el Pabellón de Marsan del Louvre, del 8 de abril al 11 de mayo de 1964, tomó sin embargo una importancia mayor. Se trataba de la primera exposición individual de un artista hispanoamericano en el museo. En una carta a su amigo Joaquín Blaya, Violeta escribió que “fácil es exponer en grupos, pero exponer individualmente es como querer tomar la luna con la mano. Yo lo he conseguido (…) Todos estaban encantados con la pequeña chilena. Cada día el valor de mis trabajos aumenta”.
En efecto, según Karine Lacquemant, asistente de conservación del museo hoy en día, “la exposición tuvo un cierto éxito. Era algo nuevo, había mucha frescura en los dibujos, en los colores… En esta época, François Mathey era el director del museo y fue una figura muy importante: era una persona muy abierta a las cosas nuevas, no separaba artes aplicadas y artes plásticas, estaba todo mezclado. La gente le venía a ver con un proyecto y si le gustaba él lanzaba una exposición. Sin duda le sedujo el arte de Violeta y también su fuerte personalidad y su recorrido excepcional entre obra plástica, poesía y música”.
Los diarios franceses se deshicieron en elogios con su trabajo, y ante tal éxito de este lado del Atlántico, los críticos chilenos que hasta la fecha la identificaban con lo artesanal, empezaron a otorgarle algunos reconocimientos. Los testimonios de Violeta de esta época revelan el contraste que existía en la valorización de sus obras en Chile y en Europa: “Yo sola sabía lo que significaban mis trabajos. En Chile, a pesar de haberlos expuesto, no me dijeron nada, usted sabe cómo son los chilenos. Sin embargo, aquí: éxito de crítica, de público, de venta”, escribió a su amigo Joaquín Blaya.
A diferencia de sus poemas y canciones, la actividad plástica de Violeta Parra surgió tardíamente. En 1959, por una severa hepatitis, tuvo que quedarse en cama ocho meses y sintió la necesidad de bordar. Si bien en sus primeros intentos “no salió nada”, como lo contó ella misma a la crítica de arte Madeleine Brumagne, ella prosiguió su labor hasta lograr “mostrar la vida popular chilena, sus leyendas y canciones” a través de sus tapices. “Yo no sé dibujar (…) y voy trabajando mis tapices sin tener una idea exacta de lo que voy a hacer en conjunto”, “bordo sin dibujo, lo que veo, lo que siento”, señaló asimismo Violeta en entrevistas a la prensa chilena.
Para ella, los tapices eran “como canciones que se pintan”. Y de hecho, Violeta no sólo montó su exposición y dibujó sus afiches, sino que iba todos los días al Pabellón de Marsan con su guitarra. En su primer encuentro con Madeleine Brumagne, ante la admiración de la crítica de arte, ella agarró su guitarra y le empezó a cantar todas las canciones relacionadas a los tapices. Día tras día, Violeta mostraba al público francés la progresión de su trabajo y su proceso creativo, bordando en presencia de la gente.
Violeta no pasó por ninguna Escuela de Bellas Artes, y quizás no hubiera podido encontrar su lugar entre tantas reglas. Un día que se le preguntó cómo debería ser el proceso creativo, ella contestó: “Tal vez le diría a los jóvenes creadores que escriban como quieran, que usen los ritmos que les salgan, que prueben instrumentos diversos, que se sienten en el piano y destruyan la métrica, que griten en vez de cantar, que soplen la guitarra y que tañen la trompeta, que odien la matemática y que amen los remolinos. La creación es un pájaro sin plan de vuelo que jamás volará en línea recta”.
Una relación privilegiada con París
En 1997, una exposición fue de nuevo dedicada a Violeta Parra en el Museo de Artes Decorativas, con ocasión de la visita del ex Presidente de Chile Eduardo Frei a París. Según Isabel Parra, “en este gran acontecimiento artístico, fue decisivo el apoyo de la primera dama Marta Larraechea, de José Miguel Insulza, de la Dirección de Asuntos Culturales de la Cancillería chilena y la gestión de Emilio Lamarca”. La muestra hizo un recorrido internacional, pasando por Madrid, Nápoles, Estocolmo y La Haya. Todas estas exposiciones fueron inauguradas con conciertos de Isabel Parra.
En este 2017, cuando se cumplieron cien años de su nacimiento, el tapiz “Le Clown” (el payaso) y dos afiches pintados a mano por Violeta estuvieron expuestos en ese mismo Museo de Artes Decorativas, en el marco de la muestra “Travaux de dames ?” (¿trabajos de damas?), del 8 de marzo al 17 de septiembre. http://www.lesartsdecoratifs.fr/francais/musees/musee-des-arts-decoratifs/actualites/expositions-en-cours/arts-decoratifs/travaux-de-dames/
Para Karine Lacquemant, asistente de conservación del museo, el objetivo de la muestra fue “analizar el papel de las mujeres en las artes aplicadas y mostrar sus hermosas creaciones en este dominio, en el que los hombres las limitaron durante mucho tiempo. Violeta y su obra textil es un ejemplo evidente del talento de estas mujeres, y pienso que ella inspiró a artistas francesas, como seguramente Guidette Carbonell que también exponemos aquí”.
La huella que Violeta Parra ha dejado en París está todavía lejos de desaparecer.