Violeta Parra. Vida, amor y muerte a través de sus Décimas
Por Luis Elvira.
Cuando se han cumplido cien años del nacimiento de Violeta Parra y cincuenta de su muerte parece que es casi obligatorio, aunque tarde, rendir un merecido homenaje a una de las creadoras más importantes del siglo XX. Y si el origen de esta es un país latinoamericano, nuestro deber aquí, en Ventana Latina, parece ser doble.
Uno de sus legados de los que poco se habla y que les propongo, a modo de viaje, acompañar a esta mujer increíble, es a través de fragmentos de sus Décimas. Escritas o compuestas como relato de su propia existencia hasta su fallecimiento (1959 aproximadamente, aunque las fechas varían según las fuentes). Esta parte de su obra la enmarcaremos bajo tres temas fundamentales: Vida, amor y muerte.
Vida como tarea, como empresa en la cual Violeta crea a través del estudio e investigación del folklore chileno, llegando a recuperar gran número de poesías y canciones populares que podrían haberse perdido de no ser por ella.
Ya en la Décima 2, “Muda, triste y pensativa” explica a su hermano Nicanor, lo arduo de esta tarea:
“… Válgame Dios, Nicanor/ si tengo tanto trabajo/ que ando de arriba p’abajo/ desenterrando folklor/ No sabís cuánto dolor/ miseria y padecimiento/ me dan los versos qu’encuentro/muy pobre está mi bolsillo/ y tengo cuatro chiquillos/ a quienes darl’ el sustento»…”
En la Décima 9, “La suerte mía fatal” nos habla de su infancia y de sus padres y de las dificultades que padecieron:
“…Batalla descomunal/ yo libro desde mi infancia/ sus temibles circunstancias/ me azotan con desespero/ dejándome años enteros/ sin médula y sin sustancia…/…Mi taita fue muy letrario/ pa’ profesor estudió/ y a las escuelas llegó/ a enseñar su diccionario./Mi mama, como canario/ nació en un campo florí’o/ como zorzal entumí’o/ creció entre las candelillas./ Conoce lo qu’es la trilla/ la molienda y l’amasijo…”
O en un fragmento de la Décima 31 “Esto me da un pensamiento” habla de donde obtiene esa energía creadora que la guía y que le impulsa a seguir:
“…Si es cierto que yo sufrí/ eso me fue encañonando/ más tarde me fue emplumando/ como zorzala cantora/ hoy pájara voladora/ que no la para ni el diablo./ Esto me da un pensamiento/ voy a dejarlo estampado:/ que no hay mejor noviciado/ qu’el llanto y el sufrimiento…”
Amor es en su obra una energía creadora, un soplo que le es concedido para llevar a cabo la tarea de vivir, de viajar a Europa, de dar a luz y criar cuatro hijos, de querer a los hombres que ella quiso.
En la Décima 73 “Se calma el ambiente”, Violeta habla de un amor fraternal entre los seres humanos sin importar su origen:
“…América allí presente/ con sus hermanos del África/ empieza la fiesta mágica/ de corazones ardientes/ se abrazan los continentes/ por ese momento cumbre/ que surge una perdidumbre/ de lágrimas de alegría/se baila y cant’ a porfía/ se acaban las pesadumbres…/ …Todo está allí en armonía:/el pan con el estrumento/ el beso y el pensamiento/ la pena con l’alegría…”
Y en la Décima 75 “El festival”:
“…En un solo pensamiento/ se juntan los pobladores/ de todos los alrededores/ del globo con sus cimientos./ Me traj’ el convencimiento/de qu’entre negro y mongol/ canadiense y español/ hay unos lazos de sangre/que un’ el Tibe’ y Los Andes/ como una veta de amor…”
Muerte, como fondo sobre el que se desarrolla la vida de Violeta. Como un animal hambriento que siempre la acecha hasta que decide poner fin a su existencia el 5 de Febrero de 1967. Como dice en la Décima 47:
“…La muerte es un animal/ fatigoso y altanero/ bullicioso y pendenciero/ como este no hay otro igual…/…No hay fuerza que la detenga/si en alguien puso los ojos;/ pasó y dejó sus abrojos/no hay viento que la detenga…”
En la Décima 90 “La muerte con anteojos”:
“Todas las noches conmigo/ se acuesta a dormir un muerto./ Aunque está vivo y despierto/ –confuso es lo que les digo–/ es una mortaja, amigo/ que se alimenta de hinojos./ Después se enjuaga los ojos/ pa’ reposar en la tumba/ y a mi lado se derrumba/ este finado de anteojos…”
Y es en su carpa de la Reina donde recibe a la muerte, a sus cuarenta y nueve años, cuando son casi las seis de la tarde.