Entrevista a Lina Meruane
En esta edición de Ventana Latina entrevistamos a la escritora chilena Lina Meruane, una de las grandes voces literarias de América Latina en la actualidad. Su obra ha sido traducida y publicada en distintos países de Europa y América Latina, y fue una de las artistas destacadas de la última edición del Hay Festival, realizado en el País de Gales en el mes de junio.
Ventana Latina (VL): Tu último libro, Sangre en el ojo, fue publicado en distintos países de Europa como Francia, Alemania, Reino Unido, Italia y Holanda. ¿Cuáles crees que son las principales diferencias entre la recepción de tu obra en Europa y en América Latina?
Lina Meruane (LM): Es difícil saber, yo no ando a la caza de las reseñas de mis libros pero mi impresión es que no hay una distinción clara entre Europa y América Latina, ese trazo continental es demasiado grueso. Hay muchas diferencias culturales e ideológicas y expectativas literarias entre los países de Europa así como entre los países americanos. Y además, en cada uno de esos lugares hay importantes diferencias de género, clase y raza, que se reflejan en la lectura, entonces no lo sé. Solo anecdóticamente te puedo comentar que mientras que en Chile nadie leyó el contenido político de mi novela, en Italia no dejaron de reparar en los escasos momentos en que se comenta la relación entre cuerpo enfermo y dictadura, y mientras en Brasil algunos lectores celebraron la escena sexual en el avión, nadie más dijo nada, al menos que yo sepa sobre esto. Y en las sucesivas presentaciones de mi libro, hay lugares donde el público percibe el humor negro del libro y otros donde la respuesta es sería y acongojada.
VL: Tanto Las infantas como Sangre en el ojo forman parte de la narración personajes cuya nacionalidad es española. En ambos libros las diferencias lingüísticas son reflejo de las diferencias culturales. Esto también sucede con el inglés en algunos de tus libros. ¿Cómo es escribir desde fuera de Chile y de qué modo este dislocamiento influye en tu escritura?
LM: Yo escribí Las Infantas en Chile pero corregí ese libro en España, donde pasé un año cursando un taller literario; esa estancia me permitió observar que mi manera de hablar y escribir el castellano llamaba la atención o era vista como deficiente e inferior. La corrección y la traducción de lo que yo decía y escribía era constante. Comprendí que en la lengua había una ideología y lo llevé al libro para indicar que la infanta mayor es la que habla “bien”, es decir, usando términos españoles, y la menor, que habla con más “chilenismos”, es la que habla mal, la que está por educar, pero es también la más transgresora, la más libre. Desde ese primer libro la cuestión de la lengua y los poderes inscritos en ella vuelven a aparecer, no para hacer un gesto de realismo, a la manera costumbrista, sino para marcar modos en que cada personaje se entiende, se identifica, se presenta performáticamente a sí mismo y también con finalidades poéticas. Cada vez me interesa más alejarme de ese hablar bien o pensar bien, porque en este deseo hay algo muy conservador, me interesa más el fenómeno de contacto entre lenguas y culturas, esa contaminación que nos hace volver a pensar en el lenguaje como efecto y como herramienta de lo político.
VL: Más allá de ser escritora también te dedicas a dar clases en la Universidad de Nueva York en donde desarrollas investigaciones académicas de gran contribución al pensamiento latinoamericano. ¿Cómo ves el lugar del escritor en la universidad y de qué forma ambas prácticas se complementan y se relacionan?
LM: Durante los primeros años de mi vida académica yo me hacía esta pregunta, la de cómo conciliar ambas disciplinas, porque la investigación, las preguntas y la escritura académicas con todos sus protocolos me parecían la antítesis de la escritura literaria y de las teorías que la literatura produce aun cuando no se lo proponga. Luego comprendí que había vasos comunicantes entre las dos, y que se nutrían mutuamente, porque la escritura de las ideas necesita una fuerte dosis de creatividad y de libertad para no volverse una escritura derivativa o demasiado programática y una escritora, en el campo de lo público, necesita poder expresar algunas ideas. Eso pienso yo, que un escritor o escritora opera en distintos escenarios, el solitario de la escritura, pero también en una escena pública donde tiene el privilegio de ser escuchado y por lo mismo tiene la responsabilidad de decir algo que haga pensar, que cuestione los discursos políticos oficiales, que ponga en tensión los lugares comunes.
VL: En tus obras queda en evidencia el papel de la lectura, del ejercicio de la escritura, pero también el de las redes intelectuales y el de los afectos que se forman entre escritores, académicos e investigadores. ¿Se podría decir que el escritor contemporáneo ya no escribe aislado del mundo? ¿Cuál sería el lugar de la escritura y lectura en tu cotidianidad?
LM: Pienso que hay muchas maneras de ser escritor; por resumir un poco y generalizar otro poco, diría que hay tres posiciones. Una es la del quien se plantea el aislamiento, el silencio, el bajo perfil que a veces es una decisión literaria y otras responde a la timidez o a la fobia social. Otra es la de quien piensa la escritura como plataforma mediática para obtener un estatus de celebridad, ahí hay mucha sobrexposición que puede acabar por distorsionar la propia escritura al volverla un medio para lograr un fin de orden publicitario. Ese es el lugar más peligroso y entre los dos extremos yo valoro más el del retraimiento de quien escribe por una necesidad íntima. Lo que me pasa a mí es que aunque necesito mucho silencio y tiempo para escribir, soy un animal social. Me da curiosidad la gente, me atrae hablar con gente y escucharla, y por supuesto me disgusta a ratos pero hay algo que me importa en el diálogo y en la discusión. Por eso formo redes, por eso presento mis libros, me importa la sala de clases donde la lectura, la escritura y la reflexión provocan algo fresco, por eso escribo ensayos que pretenden interpelar y columnas de opinión (aunque muy pocas ahora porque cansa mucho esa búsqueda de nuevos temas e ideas, yo no tengo tantas ideas, me conformo con tener unas poquitas, necesito tiempo para reflexionar y posicionarme en lo que ocurre cotidianamente). Todo eso es el espacio donde ocurre lo político y eso para mí es central en mi obra y en mi vida de los afectos.
Lina Meruane (Chile 1970). Su obra de ficción incluye los relatos reunidos en Las Infantas, y las novelas Póstuma, Cercada, Fruta Podrida, Sangre en el Ojo y Sistema Nervioso. Entre sus libros de no ficción se cuentan el ensayo Viajes Virales, la crónica Volverse Palestina y la diatriba Contra los hijos. Ha recibido los premios Cálamo (España, 2016), Sor Juana Inés de la Cruz (México 2012), Anna Seghers (Berlín 2011) y becas de escritura de la Fundación Guggenheim (USA 2004), la NEA (USA 2010) y la DAAD (Berlín 2017), entre otros. Actualmente enseña cultura latinoamericana y escritura creativa en la Universidad de Nueva York.